Revista Contante y Soñante 9

viernes, febrero 10, 2006

En tus apuros y afanes, acude a tus refranes

EXPRESIONES FIJAS-Narración (17)


Un día, iba yo en un taxi, tratando de llegar rápido a un lugar; en realidad era un sitio horrible, el dentista, porque como siempre he pensado al mal paso darle prisa, y así fue.

Pero al parecer el señor taxista no entendía que yo tenía mucho afán para llegar al lugar, a él parecía no importarle mi prisa, y para apurarlo le dije Que a un buen entendedor pocas palabras, pero él seguía igual de lento y no decía nada, como si en boca cerrada no entraran moscas.

Me empezaba a fastidiar y a preocupar la actitud de aquel taxista, pero pensaba y me repetía todo el tiempo para mí: ¡es taxista!, !es taxista!. ¿Cuándo has conocido tú, a un taxista que valore el tiempo? Y, !claro!, que valore a su pasajero. Definitivamente árbol que nace torcido, nunca su rama endereza.

Seguía allí metido en ese taxi, Chevette, por cierto, que me incomodaba las piernas, pues soy bastante alto, y decidí entonces, en medio de tanta incomodidad, desespero y asombro, volverle a decir al señor taxista que acelerara su paso para que pudiera llegar rápido a mi cita. Y ahora sí el señor había entendido el mensaje y ahí fue cuando comprendí que a veces el remedio es peor que la enfermedad, porque ese taxi empezó a correr, no, ¡cual correr!, a volar por las calles de la ciudad, con brusquedad me sacudía y zarandeaba de un lado a otro, y… yo sí quería llegar rápido, pero ya el señor estaba exagerando un poco, pero ¡claro! , pensaba yo que el señor ése estaría pensando que el que quiere marrones aguanta tirones, pero ya no quería tanta velocidad, ahora, lo importante para mí era llegar vivo, o por lo menos con dientes, a la cita odontológica.

Por fin llegamos y, pensé que definitivamente no hay mal que dure 100 años ni cuerpo que lo resista, y al tratar de bajarme de aquel auto amarillo, me empezó de nuevo el miedo por entrar a ese horrible lugar que es la odontología, pero me dije: querido, antes mis dientes, que mis parientes, saqué un billete de 20.000 para pagarle, pero el señor taxista, me miró con cara de revólver y me pegó la insultada del siglo, yo no sabía qué hacer y me dije: el que mal comienza , mal termina, y mi relación con este individuo no había sido la mejor desde el principio.

En ese instante no sabía qué hacer, ya era la hora de entrar a la cita, pero aquel hombrecillo del carro amarillo no tenía devuelta, y no era tan malo como para irme sin pagar, pero si él me había tratado tan mal en el recorrido y no tenía devuelta, pues que se joda… y dije, a mi no me va a pasar nada porque el que reza y peca empata. Así que me hice el loco, me metí al edificio a mi cita con el odontólogo, mirando de reojo al taxista, que no se resignaba a perder la plata de su carrera.

Cuando llegué donde al consultorio, la secretaria del doctor me dijo que la cita se había cancelado, porque era lunes y el doctor había tenido problemas para llegar, que la orden me la cambiaban para el sábado, y ahí si comprendí, que los lunes ni las gallinas ponen.
Olvidando que había un hombre afuera esperando por mí, salí, era el taxista, que con su cara un poco más arrugada por el enojo me reclamaba que le pagara la carrera, yo sabía que ese huevo quería sal, su platica, para evitar cambiar el billete, me volví a montar en su taxi, muy resignado, y emprendí mi viaje camino a casa, comprendiendo que no era tan cierto eso de que al que madruga , Dios le ayuda y que definitivamente al que no quiere caldo se le dan dos tasas.

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